sábado, 20 de octubre de 2012

Contra las fronteras y sus defensores

El código legislativo de un sistema que es inhumano en esencia debería hacernos pensar que, aquello que sea ilegal no debe por necesidad ser algo negativo, malvado e inmoral; de hecho, posiblemente tenga más papeletas de caer en el saco de lo correcto y natural del ser humano antes que en ese esquema putrefacto de valores capitalistas y burgueses del que son espejo sus leyes. Podemos, por poner un ejemplo, hablar de determinadas acciones como aquello a lo que ellos llaman robo, cuando sabemos que no hay mayor robo que la propiedad privada de todo cuanto necesitamos para subsistir en cuatro o cinco manos. También podemos referirnos a las condenas de desacato, desobediencia a la autoridad, etc. que no son más que nobles actos contra nuestros explotadores. Y podríamos meternos en otros berenjenales tales como eso que llaman violencia callejera, los disturbios y desórdenes públicos, pero no queremos ir por ahí ahora. Queremos hablar de esas personas a las que el Estado condena por su simple existir: aquellos que han tenido la mala suerte de ser inmigrantes ilegales. Probablemente no haya en el mundo violencia más silenciosa, sibilina y extendida como nociva, dañina y dolorosa que ésta, que te consideren ilegal. Que el Estado te coloque plenamente fuera de su ley no es moco de pavo, pues solo te espera la ruina, la cárcel y/o el destierro.

Normalmente, el Estado considera a algo ilegal cuando va contra sus intereses. Intenta, por otro lado, que nos sintamos identificados con los intereses del Estado, teniendo como consecuencia que la gente que responde a las llamadas de la colaboración ciudadana condene todo aquello que sabe que es ilegal y que piensa –como buen ciudadano y español que es– que debe defenderse de ello. De ahí el vomitivo discurso del delegado de gobierno de Melilla, Abdelmalik El Barkani, que ha denominado de “invasión en toda regla” los últimos sucesos. Ganas de vomitar es lo que nos entra cuando tenemos que escuchar semejantes sandeces, que no podemos pasar por alto lo más mínimo por lo atroz de su significado profundo. Su intención de crear entre la sociedad una paranoica sensación de alarma o amenaza de ser invadidos nos trae a nuestro recuerdo monstruos del siglo XX que deberían de estar más que enterrados. A generar este esperpéntico e insolidario sentimiento colaboran, como no, los medios de comunicación de masas: portavoces oficiales del Estado y el capital. El lenguaje de estos miserables nunca es inocente, y el uso indiscriminado de determinados sustantivos, verbos, etc. responden a una ideología común del sistema, que como un fantasma va poseyéndonos lentamente desde diferentes medios como el colegio e institutos, hasta la prensa. Y es que ni Joseph Goebbels, quien fuera ministro de prensa e información del régimen alemán nazi, lo hubiera hecho mejor. Aún así, aunque en este mundo ya poco hay que nos sorprenda, no deja de causarnos escalofríos el lenguaje utilizado por algunos medios de comunicación al hablar de estos hechos. Así, en periódicos como el ABC, La Razón o El Mundo vemos como con indiferencia en su discurso utilizan términos tales como hordas y asalto para referirse a los últimos acontecimientos en Melilla.

lunes, 1 de octubre de 2012

Miseria y elitismo en la universidad del Estado, o la continuación de la precarización de la enseñanza.

Texto repartido durante la inauguración del curso académico 2012-2013 de la UGR:

¿Y se supone que tenemos que asistir agradecidos a la inauguración del nuevo curso? No, nosotros no nos lo creemos. El esperpéntico espectáculo de normalización de la situación nos repugna. A la sombra del folclore festivo de las jornadas de recepción de estudiantes y de la inauguración del curso académico se encuentra la agonía permanente de la enseñanza. El curso que empieza hoy estrena zapatos nuevos -aunque son más viejos que el hambre-, y todos los conocemos bien: el paquete de recortes, las subidas de tasas, los duros impuestos, y podríamos seguir hasta cansarnos. No nos sorprende, y no es que el curso sea sustancialmente peor que el anterior. No nos decepciona. Nunca esperamos nada de la maquinaria de adoctrinamiento para el capital que es la universidad del Estado. Y tenemos que poner las cosas en su sitio, no nos podemos dejar engañar: lo teníamos en nuestra cara desde el principio, y lo venimos tragando desde niños. La mentira de la educación accesible a todos, la aparente inocencia de la promoción pública de la enseñanza es el anzuelo del que se vale el Estado para pescar a quienes serán sus trabajadores sumisos. El Estado supone la alienación en todos los ámbitos de nuestra vida, desde qué comemos hasta nuestra educación y trabajo. Mientras la formación es cosa natural del individuo, el Estado y el capitalismo viola con sus artificios esta condición humana para convertirla en un instrumento a su servicio, haciendo de algo natural un órdago estéril. Al ministerio de educación y ciencia le sigue toda la jerarquía de burócratas miserables, mercenarios a fin de cuentas del capital, que mantiene la universidad y sus podridas estructuras: rectorado, vicerectorado, decanato, etc. son los instrumentos de asimilación y aplicación en última instancia de los deseos del poder. No son inocentes, y su muestra en ocasiones de rechazo de algunas medidas del gobierno no les exime de culpa, pues participan en un terreno de juego en el que aceptan las reglas del capital.

No podemos defender la universidad pública como sinónimo de universidad estatal. Nosotros no podemos separar el Estado del capitalismo: son una misma cosa que se nutren en la simbiosis más dañina que hemos padecido jamás. El Estado garantiza todo el cuerpo legislativo para que las corporaciones se beneficien: desde las jornadas laborales, el salario mínimo, las condiciones en el trabajo... hasta la decisión de planes de estudio, sus contenidos, su duración, la intromisión de entidades privadas en universidades, etc. Es lo que tenemos que pagar por delegar en manos ajenas lo que solo debemos de decidir nosotros; el poder nunca podrá comprender nuestros verdaderos problemas, y actuará en base a sus intereses sea del color que sea.

Por ello, para paliar este mal endémico solo nos queda la lucha. Pero la lucha antiautoritaria, despreciando todo poder. Rechazamos la autoridad tanto en la universidad, como en los centro de trabajo, como en el resto de parcelas de nuestra vida. Nuestra lucha no debe ir encaminada solamente a frenar la oleada de recortes ¿o acaso la universidad hace diez años era algo ideal?. No queremos ir hacia el pasado, queremos ir hacia adelante. No queremos una universidad controlada por el Estado: un centro de adoctrinamiento del régimen. Tampoco queremos que sean las empresas las que decidan nuestros estudios. Nuestra formación es parte importante de nuestra vida, no puede pertenecer ni a empresas ni al Estado. Debemos aspirar a que las asambleas controlen todo lo que nos compete, no exigimos más participación, luchamos por controlar nosotros mismos directamente nuestra educación, nuestro trabajo, nuestra vida. Así mismo, nuestra lucha solo debemos llevarla por nosotros mismos: no deleguemos en consejos de estudiantes, no deleguemos en partidos, no deleguemos la lucha en aspirantes a políticos. No caigamos en la trampa de querer ser representados en sus instituciones, la lucha está en la calle y en las asambleas.

Por otro lado, no perdamos de vista que los ataques nos llueven en todas las direcciones. Este contexto de crisis solo acelera los intereses de los poderosos: abaratar el despido, subida de jornada laboral, mayor elitismo en la universidad... es algo que siempre han perseguido.

No es momento de procesiones ridículas. Es el momento de la lucha. Defendámonos de las agresiones. Basta ya de ser dirigidos.

Contra la precarización de nuestra formación
Contra los avances de los poderosos
Abajo el Estado y el Capital


Grupo anarquista Viernes Negro
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Federación Ibérica de Juventudes Libertarias
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