Tendemos a simplificar la realidad, es un hecho. No podemos estar de continuo realizando profundas reflexiones acerca de lo que decimos. Sin embargo, esta tendencia a la simplificación de conceptos e ideas tiene su parte perjudicial, sobre todo cuando no se tiene la sana costumbre de, de vez en cuando, darse a la reflexión pausada, tranquila y profunda. Hay una suerte de discurso popular pululando por doquier. Es ese discurso que podemos ver en determinados comentarios o alusiones: “los políticos son unos mentirosos y unos vendidos, los banqueros unos ladrones, los sindicalistas de C.C.O.O. o U.G.T. unos cabrones embusteros, tú miras a los que mandan y no hay ni uno bueno”… etc.
Sin embargo, esa simplificación de la realidad tiene sus consecuencias.
Si voy predicando por ahí que las cosas van rematadamente mal por culpa de que les polítiques son unes embusteres, la idea que en realidad estoy transmitiendo es que la solución está en votar a buenes polítiques. Si digo que C.C.O.O. y U.G.T. son sindicatos vendidos, la idea que transmito es que la solución estriba en afiliarse a un sindicato que “dé caña”. ¿Pero es realmente esa la cuestión?
Si voy predicando por ahí que las cosas van rematadamente mal por culpa de que les polítiques son unes embusteres, la idea que en realidad estoy transmitiendo es que la solución está en votar a buenes polítiques. Si digo que C.C.O.O. y U.G.T. son sindicatos vendidos, la idea que transmito es que la solución estriba en afiliarse a un sindicato que “dé caña”. ¿Pero es realmente esa la cuestión?
Defendemos que no, que el problema no es que las personas que hacen política sean malvadas; que C.C.O.O. y U.G.T. no son organizaciones totalmente integradas en el sistema porque las personas que forman parte de esos sindicatos sean “mala gente, mezquina y embustera”; que la cuestión no es que les banqueres sean malévoles (tampoco decimos que eso no se dé)… La cuestión es que el ser humano tiene tanto la capacidad de “hacer el bien” (sea lo que sea lo que eso signifique) como de “hacer el mal”. Los humanos, cuando tenemos poder, lo usamos, y solemos pensar que tenemos “la razón” y que el resto de personas están equivocadas; esa tendencia a creernos en posesión de la razón, junto con el ejercicio del poder (sea este económico, moral o político…), hace que sea prácticamente imposible no usar el poder para imponer a les demás nuestra visión de ver las cosas. Es eso lo que hace que, dentro de un determinado sistema de funcionamiento, en el que se generan estructuras de poder, la “buena voluntad” y “el buen hacer” sean extrañas excepciones dentro de la norma. Y repetimos: ¿por qué? ¿porque la gente que conforma esos organismos es malvada? No, porque es el sistema de funcionamiento el que genera ese tipo de dinámicas.
Así, la solución no está en votar a buenas personas para que ejerzan la política, la solución está en cambiar este sistema por otro que no dé lugar a que unas determinadas personas ejerzan poder sobre las demás. La solución no es formar sindicatos combativos que, al igual que C.C.O.O. y U.G.T. cobren subvenciones, tengan liberades o participen en elecciones sindicales; ya que, por muy combativos que puedan ser estos sindicatos en un principio, a medida que crezcan (y por tanto crezcan también las subvenciones), se irá integrando cada vez más y más en el sistema. U.G.T. o C.C.O.O. no han llegado a ser lo que son ahora porque la gente que participa en esos sindicatos sea malvada, sino porque han escogido una estrategia que les aleja del objetivo que se supone tenían en un principio. El autodenominado “sindicalismo alternativo” (alternativo al modelo sindical imperante en la actualidad C.C.O.O. y U.G.T., se entiende), si utiliza las mismas estrategias, no es realmente alternativo, es más de lo mismo. La única diferencia es que aún son minoritarios y jóvenes, la cantidad de dinero en subvenciones y el tiempo aún no son los suficientes como para que terminen completamente integrados. Por eso es un error pensar que el problema es que haya gente malvada y que por eso, utilizando las mismas estrategias podemos ser “la alternativa”, que podemos “ser mejores” a pesar de cobrar subvenciones también, y a pesar de tener liberades, a pesar de participar en elecciones sindicales, ¿nosotres, somos diferentes?… ¿por qué? ¿porque somos más honrades? ¿hemos de fiarnos quizás de “la buena voluntad” del personal?
Lo verdaderamente alternativo es crear estructuras organizativas diferentes a las que existen en la actualidad ya que estas han demostrado su total ineficacia. Aprender de los errores que cometemos y de los errores que cometen otres, crear organización desde la base y totalmente desvinculada de aquello que se combate. Rechazar formar partidos políticos, rechazar las subvenciones del Estado, rechazar les liberades sindicales, rechazar las elecciones sindicales… todas esas cosas no son caprichos dogmáticos.
Porque no es que les que mandan sean malvades, es que si nosotres mismes escogiésemos la misma estrategia no lo haríamos mejor. Sencillamente sería cuestión de tiempo. Es por eso que damos tanta importancia a los principios, tácticas y finalidades, porque no queremos terminar siendo la misma mierda (vamos a decirlo claro), porque no queremos que nuestros esfuerzos caigan en la nada. No nos creemos mejores que nadie, por eso sabemos que usar las mismas estrategias que quienes han terminado vendides, nos llevará a vendernos también.
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